jueves, julio 07, 2005

Carta de una madre a su hijo granadero

Hijo mío:

Acabo de enterarme por medio de la prensa de tus últimas hazañas; es verdaderamente conmovedor el saber que tú, querido hijo, nacido de mis sagradas entrañas, hayas entregado tu vida para beneficio de la patria de una manera tan desinteresada.
No sabes el susto que me llevé al observar los diarios; pensé en los graves peligros en los que te viste inmiscuido, todo por tu amor a Díaz Ordaz. Los salvajes estudiantes pudieron haber maltratado con su cabezota tu bonito fusil. Tengo entendido que algunos son tan brutos que son capaces de estrellar su carota contra tu macanita, que con tanto cariño cuidas.
Si no fuera por tu padre, que fue devorado por los tiburones al tratar de escapar de las Islas
Marías, en estos momentos correría a felicitarte. Sin embargo, creo que desde el cielo ha de estar observando. Sin embargo, creo que desde el cielo ha de estar observando tu excelente conducta y desde allá abogará ante todos los santos para que te cuiden en tu peligrosa profesión.
Esperando sigas matando con igual saña a estudiantes y maestros, se despide de ti tu querida madre.
1


¿Suena parecido esto que paso en México en 1968, con acontecimientos actuales alrededor del mundo?

¿Hemos evolucionado?
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1 PONIATOWSKA, Elena, La noche de Tlatelolco. ED. Biblioteca Era, Segunda Edición 1998, pp. 64-65

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