viernes, julio 21, 2006

Hasta siempre Marilú

No cabe duda que esta vida es demasiado fugaz, y en el instante menos esperado la gente que queremos se nos va como agua entre las manos.

Procurare no divagar mucho por respeto a la memoria de Marilú, sólo haré mención que su lucha incansable por conseguir su bienestar, y sobretodo el de su familia; cansó demasiado pronto su cuerpo, aunque estoy completamente seguro de que su alma sigue peleando en otro lugar pero con el mismo objetivo.

Sé que es difícil hablar en pasado, lo que es un hecho es que a ella no le hubiera gustado que su recuerdo lo acompañarán las lágrimas, su deseo hubiera sido que nos viniera una gran sonrisa cuando nos llegará a la mente.

Me uno a la dolorosa pena que embarga a su familia y amigos, esperando encontremos consuelo rápidamente. Descance en paz Marilú Hernández de la Piedra

viernes, julio 07, 2006

El piloto

Prepararme para la que fue hasta ahora la mejor carrera de mi vida, no ha sido algo sencillo, ya que no sólo es cuestión mental y física, sino que también tiene que ser una táctica de gusto, comparación y otras situaciones que en su conjunto me acerquen a la perfección. Todo para salir avante como el mejor piloto (me atrevería a decir) de la historia.

Al principio, parecía algo complicado gracias a que tuve varios modelos de automóvil a mi disposición. Aunque sabía que debía tomármelo con calma y cuidado, porque de esto dependía un buen resultado. Primero, me presentaron un par autos de la Volkswagen que me parecieron un tanto obsoletos por presentar una maquinaria débil y sin “carácter ganador”. El siguiente, fue un flamante modelo perteneciente a la escudería Ferrari que cualquier otro piloto hubiera deseado ponerse al frente de su volante sin titubear, pero que a mí me pareció carente de un espíritu que se pudiera poner en armonía conmigo. Lo sé, es algo raro, pero me dio esa impresión desde que monté su asiento delantero.

La diferencia la marcó el cuarto automóvil, un Pegeaut 206 color gris plata. Hermoso en toda la extensión de la palabra y que desde el momento en que mis ojos se posaron sobre su carrocería, me dio la impresión de estar ante algo creado por el mismo Dios. Su maquinaria era perfecta, los interiores parecían acariciarte desde el momento en que ponías un pie dentro y qué decir de su aspecto, sí creo que ya lo describí perfectamente.

Todo parecía a mi favor, pero nunca tuve en cuenta el hecho de que se trataba de un auto completamente nuevo para mí; desde un principio me dijeron que otros pilotos ya lo habían conducido, fracasando uno tras otro en sus diferentes intentos de llegar a la meta, yo no tomé en cuenta advertencia alguna y me comprometí conmigo mismo a llegar a grandes alturas con ese carro. Mi compromiso fue muy íntimo así como sagrado, ya que el vínculo que se creó desde que lo toqué fue tan estrecho como cuando se acaricia a la mujer amada.

Al elegir tan bella máquina se me indicó que ya había sido seleccionado por otro piloto y que para desgracia mía, se trataba de un compañero y gran amigo mío (hasta ese momento) lo cual me llevó a un predicamento. En un principio, pensé en desistir ya que como dicen “él lo vio primero”, pero a final de cuentas, hice todo lo posible por conducirlo. Los métodos fueron un tanto sucios, puesto que hice varias vueltas sin consentimiento de nadie, revisé su carrocería sin permiso, arreglé algunos desperfectos que tenía en el motor. Todo fingiendo cómo sí se tratará de mi propio automóvil. Cuando se enteró aquél ex-amigo no hizo otra cosa más que indignarse de que yo ya estuviera trabajando con y para el auto, dio media vuelta y jamás me volvió a dirigir la palabra. Nunca me importó, me justifiqué a mí mismo teniendo en cuenta que nunca le perteneció de manera oficial. Tampoco a mi se me hizo la designación oficial, pero el comité decidió dejármelo por tratarse de un auto que casi nadie se atrevía a conducir y también se considero que yo ya le había invertido tiempo, dinero y esfuerzo.

Durante los días que antecedieron la carrera hice algunas vueltas de prueba y regularmente todo salía bien. Sólo en algunas ocasiones tenía algunos problemas de manejabilidad, ya que me daba la impresión de que el auto no respondía a mis opciones de mando y se salía de mi control, pero eso no me detuvo a continuar intentando dominar tan hermoso artefacto, ya que estaba dispuesto a triunfar a costa de lo que fuese. Incluso descuidé a mi familia y mi propia vida por todo ese tiempo que me estaba consumiendo la dedicación que daba a los cuidados del auto.

¡Por fin! el día de la carrera ha llegado. Fue el primer pensamiento que invadió mi mente en esa mañana tan importante. Todo hubiese sido tan normal, a excepción de esa extraña llamada telefónica que interrumpió mi ritual previo a cualquier carrera. Al otro lado de la bocina solamente se escuchaba una voz en una grabadora con algo de interferencia que me daba un mensaje de advertencia para no correr ese día, porque ese hermoso Pegeaut representaba un grave problema, según me indicaban. No hice caso y me dirigí sin titubear al autódromo.

Ese 14 de febrero como siempre todos esperaban mi llegada ansiosamente y no los defraude. Mi arribo fue igual que otras veces con mi singular seguridad y bromas sobre la competencia, y aunque en otras ocasiones había llegado en segundo lugar a la meta, no habían perdido la fe en mí. Al montar mi auto y hacer las vueltas de prueba percibía una armonía mágica, imponente, perfecta. Era el mejor momento de demostrar al mundo de lo que podíamos ser capaces yo y aquel bello auto. Era el momento de callar todos los rumores de que en aquella hermosa pieza de ingeniería nadie podría ser capaz de triunfar. Ya me imaginaba saboreando el champagne y recibiendo las felicitaciones de hasta quien no conocía.

El acomodo de los autos (nos ha tocado un buen lugar), mis manos sudorosas ahora no maltratan el volante gracias a mis guantes, las luces haciendo su danza hasta llegar al verde que marqué el momento de pisar el acelerador. La gente rugiendo tal vez más que los motores, exige a cada piloto un buen resultado; pero esta vez sólo a mi sonreirán los Dioses porque voy en este Pegeaut. Mucho tiempo me he preparado como para quedarme con las manos vacías, ¡este es el momento! Tuve el entrenamiento adecuado en la máquina perfecta para demostrarlo todo a todos. No me defraudaré, no defraudaré a ésta belleza; es nuestro día.

¡Aquí vamos! la primera vuelta parece sencilla hemos rebasado varios autos y mi sensación al verlos por el retrovisor causa un pequeño sentimiento de culpabilidad por no ceder terreno a los débiles y perdedores, pero así es esto; sólo hay cabida para los triunfadores. La segunda vuelta y únicamente quedamos un par de pilotos y yo disputándonos el primer sitio y mi auto sigue respondiendo de maravilla. Las primeras cinco vueltas no presentan problema alguno, ni siquiera hemos tenido que pasar a los pits a cambiar llantas. ¿Pero, qué es esto? ¿Por qué suena así? ¡Nunca lo había hecho! Este sonido y ésta sensación es nueva, pero sé que aún podemos continuar y no es que no me importé algún desperfecto que pueda presentar, pero estoy completamente decidido a triunfar con mi Pegeaut a cualquier precio. El ruido persiste durante dos vueltas y parece que ahora sí es momento de parar en los pits, si lo hago perderé una posición inmejorable, ya que en este momento voy en segundo lugar, ¡Carajo!

Ni hablar; una parada en los pits. Tiene que ser rápida, precisa y sin tregua a la pérdida de tiempo. Rápido el chequeo de llantas, una examinación al motor y todo parece bien. El ruido desaparece, mi equipo lo ha hecho bien pero tengo que darme prisa. De nuevo la adrenalina se dispara directamente del corazón al cerebro y así gira en mi cuerpo en una forma tan cruel como repentina, ya que ahora me han alcanzado cuatro pilotos más. De nuevo en la pista y casi impactamos con dos autos al incorporarnos a la carrera, el terror de dañar mi hermoso Pegeaut me hace más hábil para evitar cualquier colisión. Tenemos que retomar posiciones, ya que este auto no se hizo para perder.

Un sentimiento de desesperación comienza a adueñarse de mis decisiones y sin cuestionarme, empiezo a rebasar autos cometiendo algunas ligeras penalizaciones. Olvidando toda ética profesional comienzo a atravesarme en el camino de muchos para obstaculizarlos y así no me rebasen. En este momento siento como si un demonio se hubiera apoderado de mí. Sin tomar en cuenta el peligro que representa a los demás competidores, comienzo a tomar las vueltas a una velocidad inimaginable, sin estimar la reducción de la rapidez al girar en las curvas. Las voces de mi equipo técnico comienzan a advertirme que detectaron un desprendimiento de algo en la última vuelta que di, que será necesaria una nueva parada, pero la irreverencia de mi juventud dice que no hay tiempo para eso. Un incremento en la velocidad y estaré más cerca de alcanzar al líder de la competencia. Al pisar el acelerador y rozar con un Seat con grecas blancas y azules, hace que me percate de una columna de humo en el costado derecho, y de pronto, veo cómo el chasis del motor sale disparado, pero estamos tan cerca de alcanzar al primer lugar y otro tanto de terminar la carrera que hago de cuenta como si se tratará de un mosquito en mi parabrisas y ojalá se hubiera tratado de eso.

La última vuelta y un fuerte estallido al frente de mi auto fue lo que finalizó con las voces y gritos del público, con los rugidos de los motores, con mi equipo técnico por el auricular advirtiéndome. Ahora estoy solo con mis pensamientos y por mi mente únicamente pasa el hacerme ir al podio como primer lugar con esta hermosa máquina que desde cuando la vi me soñé como un ganador. La columna de humo se vuelve fuego, el auto comienza a dar giros que hacen que todo lo vea como en una película desgastada y el tratar de controlar el volante hace que me rompa la muñeca derecha aunque todavía no llega el dolor, pero me asombra de ver como mi mano oscila como un péndulo sin control. Pisar el freno el algo sobrado pues me doy cuenta de que ya no responde nada en este precioso, pero ahora letal auto.

Lo último que recuerdo de ese día es la imagen de una mujer como un ángel diciéndome: HAS CAVADO TU PROPIA TUMBA. Haber ignorado la llamada de esa mañana y pensar si aquella otra persona que quería tripular mi auto estaría disfrutando de ver cómo me desplomaba. Esos pensamientos me llegaron y el auto termina de girar y se dirige sin control como a ciento veinte kilómetros por hora hacia el muro de contención. Aquella hermosa máquina que me había hechizado, y que casi sentía me había dado permiso de manejarla, ahora me traicionaba. De pronto un golpe fuertísimo, una luz blanca como un flashazo...

Abrir los ojos cuesta trabajo, tengo algo como esa pesadez como cuando despiertas después de una noche de juerga y mi primer pensamiento antes que mi salud es voltear a buscar mi Pegeaut, pero al aclararse mi visión me doy cuenta de que me encuentro en una habitación de hospital y que se me ha designado la cama 09/09. Con extrañeza, veo una nota pegada al suero que claramente dice: LAS COSAS SIEMPRE PASAN POR ALGO. Siento que la carrera fue apenas ayer, al intentar alcanzar el control remoto de la televisión también advierto otra nota sobre el taburete junto a mi cama: AL MAL PASO, DARLE PRISA, decía. No comprendo nada e intento despejar muchas dudas, pero como no hay nadie en mi habitación sólo me queda encender el aparato Sony que cuelga frente a mí de una base de metal negro.

Al mirar la programación, me trae la realidad como una cubetada de agua fría y veo que el mundial de fútbol ya dio comienzo, que según recordaba faltaban algunos meses para que empezara, lo que me hace gritar en un tono mandón pero con mucho miedo, a cualquier persona que este cerca del lugar. Con mucho susto, entra una enfermera que a leguas se ve que ha trabajado jornadas extras, ya que luce demacrada y ojerosa. Su condición no me detiene para exigirle me indiqué que fecha es, a lo que responde de manera compasiva que es veintinueve de mayo.

Mi miedo se volvió pánico cuando, al tratar de levantarme para ir corriendo a la cochera donde llevaban a los autos a reparación y buscar mi bella (y ahora maltratada) máquina, con terror descubro insensibilidad en las piernas y al hacer el esfuerzo con mi torso, sin respuesta debajo de la cintura, caigo de la cama y una sensación de que taladraban mi columna vertebral se adueñó de mi cuerpo e inevitablemente respondí con algunas lágrimas. Lo que provocó que la enfermera saliera disparada por ayuda. ¿Pero esas lágrimas eran por mi invalidez o por mi derrota en la pista?

De manera casi inmediata, entraron la misma enfermera y un par de médicos en turno que me levantaron, haciéndome sentir aún peor, ya que parecía un recién nacido a merced de esas personas. Aplicaron algunos sedantes, pero antes de que hicieran efecto, alcancé a escuchar que uno le preguntaba a la enfermera si ya me había enterado de todo.

No sé cuanto tiempo duré nuevamente dormido por los analgésicos, al despertar miró con extrañeza a un doctor, junto a él está uno de los representantes del comité organizador de la carrera, que obviamente había perdido. Ambos se encontraban mirando por la ventana y charlando, lo cual de momento me lleno de alegría ya que me hacía pensar que aún era importante para alguien y les interesaba mi bienestar. Cuando se percataron de que ya me encontraba despierto y conciente, comenzaron con mucho titubeo a explicarme todo lo que implicaba mi nueva condición.

Mientras ellos hacían todo un circo de mi salud por no querer darme los detalles de mi invalidez y dependencia a un tipo de ruedas diferentes a las de mi precioso auto. Mis pensamientos no podían controlarse y únicamente preguntaban desde mi interior sobre esa belleza que ahora me había llevado a una cama de hospital. La insensibilidad de mis piernas no me interesaba mucho de momento porque mi incertidumbre sobre saber qué fue del Pegeaut era más grande. Todas mis dudas se disiparon y me trajeron a la realidad cuando el comisionado del comité me informaba que el auto había logrado ser reparado sin ninguna contrariedad y que, de hecho en este momento, había corrido hacía apenas dos días antes.

¿Pero cómo diablos pudieron ser tan imprudentes? ¿Por qué dejan a cualquier persona pilotear esa belleza? Pareció como si el comisionado hubiera leído todas las preguntas que me quemaban en mis ojos, ya que respondió que antes de mí había habido otros pilotos que intentaron lo mismo que yo, obteniendo también la derrota. Pero en este caso se trataba de un piloto que durante tres años condujo el Pegeaut obteniendo una serie de victorias consecutivas, pero al tener un serio problema familiar se vio obligado a retirarse de las pistas momentáneamente, dejando el auto abandonado en un garaje del autódromo. Según me explicaron, al enterarse del accidente que sufrí, acudió a la cochera de reparación y trajo de la muerte al auto, dándole una dedicación extraordinaria y precisa en la que toda la maquinaria en su conjunto respondió satisfactoriamente, siendo así, un día antes, la segunda carrera consecutiva que ganaba.

Mis ojos se llenaron de una humedad incontenible porque era muy difícil concebir esa preciosidad corriendo por las pistas, en manos de otra persona; aunque de momento me vino a la mente que si aquel piloto había sido capaz de ganar en tan bello carro debía de tratarse de la mejor persona, del mejor piloto y por esa parte mi corazón estaba tranquilo, pero aún quedaban muchas interrogantes en el aire y sinsabores en mi piel.

Como fue que me advirtieron sobre el riesgo de recorrer las pistas con esa máquina, y de no darme cuenta de nada, ¿Quién hizo la llamada esa mañana? ¿Cómo llegaron las notas a mi habitación del hospital? ¿Qué significado tendría la mujer que me dijo que había cavado mi propia tumba, puesto que sigo vivo? ¿Porque todo el mundo percibió esa sensación negativa del Pegeaut y yo no? Y entre más preguntas me hago y las respondo, se presentan el doble de preguntas de las que ya había al principio.

¿Será que fui castigado por una entidad divina por fingirme dueño de algo cuando nunca lo fui? Quizá jamás logré responderme muchas preguntas, pero lo que más resulta doloroso es saber que esa máquina responde mejor a las órdenes de otro piloto y que yo sólo conseguí estrellarla en mi loca carrera aún cuando la sentí como parte de mí y quise ser un triunfador junto con ella. Ahora el tiempo y una larga y dolorosa rehabilitación esperan; ya que de este intento de salir exitoso, me quedó la columna vertebral hecha añicos, un temblor incontrolable en mi mano derecha, una fuerte adicción hacia los calmantes y al cigarro, el corazón derrotado, pero sobre todo la impotencia de ver cómo es piloteado ese precioso auto. No cabe duda, que el fracaso y la frustración de unos, es la miel y el éxito de otros.

La retirada (by Charles Bukowski)

Estos tiempos me han acabado

Me siento como las tropas alemanas
azotadas por la nieve
o como los comunistas
avanzando encorvados
con sus raídas botas
llenas de periódicos

Mi situación es así de terrible
quizá más aún.

La victoria estuvo tan cerca
la victoria estuvo ahí

Cuando ella se paraba frente a mi espejo
más joven y hermosa que
cualquier otra mujer que haya conocido
y cepillaba metros y metros de su cabello rojo
y yo la observaba…

y cuando entraba en la cama
era más hermosa que nunca
y el amor era algo realmente bueno

Once meses

Ahora se ha ido
se ha ido como
lo hacen las mujeres

Este tiempo me ha acabado

Es un largo camino de regreso

¿regreso a dónde?

El tipo delante de mi cae

Camino sobre él

¿Ella también lo hizo?

Un cuento para niños (y no tan niños)

Érase una vez, en una ciudad en la que todos sus habitantes vivían atemorizados por el riesgo que representaba salir de sus casas a ganarse su sustento y algo para comer; una viejecilla que vivía sola en una casa bastante confortable y modesta; y que durante el transcurso de su estancia, en un empleo de medio nivel, logró hacer un ahorro considerable como para subsistir dignamente sin preocupaciones.

Un buen día la viejita (a la que cariñosamente llamaban sus conocidos Señora De) comenzó a preocuparse porque los ahorros de su vida fueran a escasear irremediablemente. Fue que le vino como un destello a la mente el recuerdo de que hacía años una amiga le había comentado que podía duplicar su dinero en muy poco tiempo invirtiendo dinero en un negocio que no podía fallar. Apresuradamente, se dirigió al teléfono para contactar a su amiga, antes de que otra idea se antepusiera y olvidará esa opción para olvidar sus preocupaciones. Al otro lado de la bocina, la amiga de la Señora De le decía que con gusto la llevaría a tan maravilloso lugar en el que su dinero se duplicaría en un abrir y cerrar de ojos. Concertaron una cita que tuvo lugar dos horas después, ya que dejar pasar un día más podía representar un error que podría lamentarse después.

Una vez que se encontraron en algún punto del centro de la ciudad; y después de sortear todos los peligros de dicha metrópoli, la Señora De y su amiga se encontraron y su amiga le explicó vagamente que se trataba de una fábrica donde ella tendría que invertir la cantidad que ella quisiera y vería ganancias hasta dentro de un mes. Esto hizo pensar a la viejecilla un poco y consideró peligrosa la operación, pero si era verdad que su capital se duplicaría valía la pena el riesgo.

Cuando llegaron al edificio donde estaban las oficinas de ese negocio misterioso la Señora De se asombró de la elegancia y formalidad que desprendía aquel lugar. Los pisos estaban pulidos y encerados como si una celebridad fuera a entrar ahí, el ambiente estaba perfumado con aromas de romero y limón. En general, la atmósfera provocaba una gran tranquilidad y confianza para todo aquel que entrará.

Al momento de acceder al lobby, fueron recibidas por una señorita que amablemente les invitó tomar asiento mientras sus lugares eran designados. Esto causó sorpresa para la Señora De ya que jamás habían concertado ninguna cita ni ella y mucho menos su amiga. Al indicarles la recepcionista que podían pasar a la sala principal, el corazón de la anciana daba unos tumbos que juraba que se le saldría el corazón. Una vez dentro fueron atendidas por un joven muy bien parecido, en un traje gris que denotaba seguridad y clase de pies a cabeza. Con una sonrisa, como de comercial, dio la bienvenida a la Señora De y a su acompañante y las invitó a tomar asiento en una gran mesa forrada con un mantel de terciopelo rojo en medio de la habitación, en la que advirtió ya había otras personas aguardando.

La espera no se hizo más prolongada y aquél apuesto joven comenzó a hablar de lo que se trataba. Era una empresa que tenía sucursales y reconocimiento en todo el mundo y que se dedicaba a la fabricación de materia prima para hacer jabones de baño. La empresa había llegado a un tope financiero en el que su excesivo éxito la orilló a crecer y eso les dio la idea de emplear a personas para que desde su casa pusieran la materia prima a únicamente remojar en agua y así quedaría lista para que fuera elaborado el jabón.

La única condición que se le pedía a aquellos que querían elaborar para la empresa; que por cierto jamás mencionó el nombre, era que tenían que invertir para comprar el material de trabajo pero que sería remunerado hasta en un doscientos por ciento de ganancia. A la Señora De poco le faltó para aventar en ese momento un billete de quinientos pesos y comenzar, pero antes de que lo hiciera el muchacho indicó que toda inversión debía hacerse por medio de una cuenta bancaria, la cual ya estaba escrita sobre un pizarrón, al fondo del cuarto a lo que inmediatamente la viejita apuntó en un papelillo, guardó dentro de su blusa, tomó a su amiga del brazo y se apresuró al banco antes de que cerraran.

El depósito inicial fue de doscientos pesos para ver primero cómo transcurriría todo. Regresaron a las oficinas y le entregaron su material, lo cual la puso muy contenta. Una vez en casa abrió el paquete, leyó el sobre que contenía y siguió las instrucciones al pie de la letra, dejando reposar la viscosa masa en agua ni un minuto más ni un minuto menos. Al paso de una semana, regresó a aquel elegante edificio con la materia tratada como se le había indicado en el sobre, y al entregarlo, se le dieron cuatrocientos pesos en efectivo.

Toda esta situación llenó de júbilo a la Señora De y, sin pensarlo fue al mismo banco y volvió a invertir los quinientos pesos que ya había ganado. Todo el proceso fue repetido durante cuatro meses llegando a obtener una ganancia de hasta cinco mil pesos.

Un día la Señora De cayó enferma de una fiebre que la tuvo en cama durante una semana y nuevamente fue presa de la preocupación por no contar con nadie de confianza para que le ayudará a mantener su mina de oro. No pudo pensar en nadie más aparte de su amiga para que la ayudara, a lo cual volvió a tomar el teléfono y su sorpresa fue impresionante cuando, al contestarle, escuchaba que no paraba de llorar como sí hubiera fallecido un familiar y repetir fraude, todo fue un fraude.

La viejita olvidó su fiebre y se dirigió al edificio, que ahora efectivamente se encontraba en completo abandono, y verificando que se había tratado de un negocio fraudulento del que había sido victima, quedándose la Señora De con un montón de materia prima que después investigó sus funciones y que no servía para nada; y también quedando sin un peso para comer. Todo por haber sido ambiciosa y querer más dinero del que ya tenía para tener una vida tranquila.

El primer año

Marina:

Lo que ha pasado a lo largo de este año en que compartimos el mismo camino ha sido realmente intenso. Y es que estar a tu lado no tiene calificativos, te lo podría poner con miles de ejemplos: subir a una montaña rusa con la altura de la torre Eiffel, turistear por el cielo, desafiar dragones a mano limpia, etcétera. De antemano sabemos que han pasado cosas buenas y otras no tanto, pero por ahora sólo me ocupare de las buenas.

¿Cómo pasar por alto los buenos ratos? Sería ser hipócrita conmigo mismo y así también con la vida, porque no me canso de sentirme bendecido cada vez que tu mano roza con mi piel y cualquier acción buena se ve bien recompensada con esa sonrisa que no tiene comparación con ninguna otra cosa sobre la tierra.


Dejaré de parlotear tanto y aunque no tengamos registrado exactamente el día en que nos conocimos solo te diré: GRACIAS POR HABER APARECIDO EN MI VIDA Y GRACIAS POR ESTE PRIMER AÑO DE DEJARME APRENDER DE TI Y CONTIGO.

P.D. Siempre estaré en deuda con la vida por ponerte en mi camino.

Perro Zombie 8/06/06