miércoles, agosto 10, 2005

Y a casi dos años... y sigo como al principio (complemento)

Bien ... este es el documento que menciono como complemento a mi blog anterior....

98.5 y la cultura negociable

¿Qué
chingaos
pasó en
Radioactivo?


Cuando se está tan inmerso en un tema, uno da por hecho que todos supieron lo que pasó. Pero no es así, pues de pronto, la pregunta generalizada entre las orejas del Distrito Federal fue: “¿Alguien me puede explicar qué pasó con Radioactivo (98.5 FM)?”. “¡¿Qué?! ¿A poco la quitaron? ¡No mames! ¿Y ahora que vamos a escuchar?”. Y es que es verdad. Es increíble que en una ciudad altamente poblada por jóvenes que cada fin de semana retacan conciertos masivos, tanto comerciales como”subterráneos”, no se tengan opciones musicales radiofónicas donde conectarse con lo generado en otras partes del mundo. Es inaudito que las autoridades de este país bicicletero sigan pensando que el rock es más ocio o banalidad que un punto de encuentro e identificación social y cultural entre los jóvenes del orbe. ¿O es que justamente lo saben y prefieren mantenernos en un estado de aislamiento rancheril, aborregados tras La Academia, Big Brother, Luis Miguel, Paulina Rubio o Arjona?

¿Pos qué pasó?
Si bien fue públicamente anunciada (La Jornada: Ruta Sonora 04/07/03) la partida del equipo radiofónico que durante doce años capitaneó Jose Álvarez (fundador y director desde 1992 de Dial FM y desde 1993 de Radioactivo), el hecho resulto sintomático, desalentador y preocupante, pues la eliminación del último concepto radiofónico emisor de rock de avanzada y sus géneros afines en la ciudad de México, ubicado en el 98.5 FM, se suma a una sarta de ataques por parte de la iniciativa privada o de las instancias gubernamentales a diferentes canales de expresión para jóvenes (ejemplos han sido las tentativas fallidas por remover el Tianguis del Chopo, el foro Alicia, el Circo Volador, el Centro Cultural La Pirámide, el Dada X o la salida del programa de videos Much Music).
En junio de 2003, Grupo Imagen Telecomunicaciones (GIT) fue adquirido por Organización Editorial Mexicana, con Olegario Vázquez como titular y Ernesto Rivera como operador. Jose Álvarez renunció cuando aquellos despidieron a locutores y productores clave para su emisora (hay que añadir que la concesión de esta frecuencia terminará el 2 de julio). En entrevista, Álvarez advirtió que la estación musical no duraría más de un año, pues debía cumplir con compromisos como conciertos y la convocatoria de cortometraje “Máximo 9 minutos 85 segundos”. Así, su programación salió del aire el 4 de abril de 2004; al iniciar mayo, la emisora se llamó Reporte 98.5 y comenzó a emitir noticias y programas hablados de pésima calidad y criterios ultraconservadores, encabezados por personajes de dudoso calibre periodístico como Guillermo Ortega, Javier Alatorre o Jorge Garralda. A pesar de que Radioactivo tenía un alto rating (era la número diecisiete de entre todas las de AM y FM, cuyo puntaje repuntaba al mediodía, sobre todo entre jóvenes de entre dieciocho y veinticinco, de alto poder adquisitivo) y de que sí vendía (llegó a generar cuarenta millones de pesos en 2003), sus directivos cesaron este formato porque los noticiarios generan mucho más dinero (en tiempos de comicios, las ganancias por publicidad electoral pueden ascender a sesenta millones) aunque quizás en estos tiempos de sobreinformación y descrédito, menor rating. La sensación de desamparo es similar a la de 1994, cuando empresarios del Núcleo Radio Mil, buscando mayor capital, aniquilaron Rock 101, fundada por Luis Gerardo Salas, tras diez años al aire como la primera emisora en la ciudad que transmitía rock, género que a pesar de comercialización aún cuestiona lo instituido y promueva una actitud crítica. Dada la necesidad de los escuchas y tras el cierre de 101 y de la WFM de Alejandro González Iñárritu, ambos conceptos fueron heredados por Radioactivo. Así lo expresaba Álvarez “Quisimos unir el gusto musical de Rock 101con la calidad de producción de WFM”. Y aunque la personalidad radioactiva se sustentaba en el elitismo y la fanfarronería hacia sus escuchas (no tanto en su selección musical) y la complicidad con el monopolio promocional de rock (disqueras y promotoras de conciertos), la emisora supo combinar una programación musical actual con elementos informativos y sociales (24 horas de sexo, como hizo 101; documentales sobre Sarajevo e Israel; entrevistas con candidatos gubernamentales; especiales que iban desde el Che Guevara hasta el cómic y Jesucristo; entrevistas e información especializada sobre grupos y géneros de calidad poco abordados en México, etcétera).
Así, subsisten en la FM Ibero Radio 90.9 y Orbita 105.7 que, aunque cubren nichos específicos, no alcanzan la fuerza de las emisoras antes citadas. La inexistencia de un proyecto contundente de rock y electrónico selectos deja desamparada a una clase media interesada en un concepto radiofónico que le genere lazos generacionales y a una audiencia que no accede a Internet o a revistas extranjeras, como para mantenerse al tanto de la evolución musical-popular del mundo.

El trasfondo (grilloso y cegehachero)
Una emisora de radio consistente, capaz de dejar huella, no es sólo la que mejor música programa sino la que forja una comunidad sólida que comparte inquietudes, gustos, experiencias y eventualidades que marcarán su tiempo y destino. De ahí su importancia cultural como centro de creación y enlace. Cuando una estación así es eliminada o deja de tener conexión con sus escuchas, para en su lugar atender los intereses de los emisores, queda un hueco en aquellos que buscan formar parte de algo que les dé identidad temporal y geográfica.
Radioactivo fue fruto del trabajo conjunto de un cúmulo de individuos que volcaron sus inquietudes sobre un espacio, que a su vez fue un eslabón más dentro de un proceso social del cual forman parte sus radioescuchas. Sin embargo, la crisis de ofertas radiofónicas juveniles se veía venir desde que 98.5 no tenía ya competencia real (el último intento de estación música de avanzada fue W Radical en el 96.9, encabezada por Luis Gerardo Salas y esfumada en 2001). Y como se dijo arriba, no es el de Radioactivo un caso aislado: la decisión de GIT de eliminar una emisora con tanto arrastre, se suma a la de tantas instancias que cortan espacios.
Vista en lo general, esta serie de iniciativas apunta a una clara línea de la derecha empresarial, inquietarse o expresarse; sintomática fue la felicitación (a modo de carta ahí leída) que envió el presidente Vicente Fox a Reporte 98.5, el primer día de sus transmisiones, la cual daba el espaldarazo a este “nuevo esfuerzo periodístico y profesional”; pero basta oír un poco el barato noticiario para notar que la emisora es usada para golpear a Andrés Manuel López Obrador a la menor provocación y para olvidar por completo la existencia de los jóvenes (es muy para ñoras que reclaman el bache de la calle).
Ahora, visto desde lo particular, el que Imagen pase por encima de un proyecto de cohesión cultural como lo fue Radioactivo, con la ostentación de un noticiario más, no suena a interés social e informativo, sino a un desprecio por la formación de las nuevas generaciones y un obvio atajo para, mediante esa tribuna, ganar poder político e ir engarzando favores de cara a las elecciones de 2006.
Si durante los gobiernos del PRI, los grupos radiofónicos se cuidaron de no ser demasiado críticos con el poder por temor a perder sus concesiones, ahora que la Secretaría de Gobernación holgó su control, son los señores del dinero quienes dan la pauta: por un lado, la radio en México sigue en manos de unos cuantos grupos, los cuales han cimentado sus emporios en el halago al poder; por el otro, los anunciantes pretenden determinar los contenidos, en vez de que suceda a la inversa.
El meollo aquí sigue siendo la anacrónica Ley de la Radio y Televisión que sigue considerando a las emisoras tan sólo como un negocio y no como puentes de socialización entre seres generadores de cultura. ¿Por qué una entidad cultural que con el tiempo deja de ser de sus emisores, para convertirse en una propiedad comunitaria, sigue considerándose un producto desechable, vendible al mejor postor? ¿Es posible seguir mercando con los patrimonios culturales, los fenómenos sociales?

¿Y luego?
Muchos pensaron que el equipo que se quedó a “salvar” los últimos días de la emisora se retiraría en grupo, en señal de protesta, y que al menos daría la cara para declarar lo que fuera: que se sentían indignados por dicho atentado, que buscarían reunirse en otra emisora para dar continuidad a un proyecto que decían amar, etcétera. Sin embargo, se escondieron cual ratas a la hora de los madrazos y evadieron dar declaraciones. Olallo Rubio, quien al salir Jose Álvarez quedó como director, declaró por ahí que se dedicaría a sus actividades personales y que no había participado en las marchas de apoyo porque “no quería ser juez y parte” (¡¿?!). ¿Pues qué no eran sólo “parte”, mientras los “jueces” eran los dueños de Imagen? ¿No les habría redituado credibilidad, aunque sea por lucimiento, defender los construido? Peor parados quedaron el ex programador Rulo y su patiño El sopitas (Francisco Alanis), quienes hoy ¡¡conducen un programa en Imagen 90.5!! Es decir, se bajaron los pantalones ante el verdugo y ahora le soban las barbas a Pedro Ferríz de Con; según fuentes cercanas, el auto-jactado de anarco-punk macizo Roberto Muñoz, el Warpig (ex director de producción), también se quedó a laborar en la empresa. Vaya congruencia rocanrolera.
¿Tendrán idea de lo que significa la palabra dignidad?.
En cuanto a las opciones musicales que restan en el cuadrante, queda a las estaciones dirigidas a jóvenes el duplicar su compromiso con este sector tan menospreciado. Es su obligación asumirse como espacios de discusión, ofrecer una programación musical de calidad y con contenidos inteligentes y espontáneos y cumplir una misión pendiente: salir de la cabina, compartir lo que viven sus escuchas. En el caso de Órbita, del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), grupo estatal, la responsabilidad se antoja mayor, justo para demostrar el interés oficial por la chamaquiza.
El otro reto queda en manos de una audiencia desmoralizada que debió haber salido a defender lo que es suyo. Desafortunadamente, muy poco ha defendido la banda al 98.5 o a otros proyectos desaparecidos y en general ha mostrado más bien resignación (las marchas de apoyo no superaron las cien personas). Es también a esa nueva generación a la que le corresponde ofrecer nuevas propuestas, mismas que sin duda seguirán teniendo trabas, hasta que autoridades y consorcios entiendan que la cultura no es negociable.

FUENTE
Revista La Mosca En La Pared, Ed. Toukan, Ao 11 Nmero 83, PP. 4-5. Artculo realizado por Patricia PeÑaloza.

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