Inspirado en el personaje de South Park, y dedicado a aquellos que piensan que las caricaturas son sólo para niños pequeños.
Hay que sufrir para llegar a la perfección y pureza pero sí no has de llorar de corazón no sirve; me dijeron. Obviamente todas esas patrañas me las tragué sin cuestionar nada, ni a nadie. Me comentaron de la peligrosidad de los excesos, me hablaron de la perversión de las mujeres, me indicaron que no debía ir a ciertos lugares ni con ciertas personas. Hasta adaptaron mis costumbres, poses y gustos para siempre ser más puro que la nieve, siempre pensando en ser fiel al ser supremo y todo lo que lo representaba.
Toda la vida fue así, manteniéndome al margen de toda aventura que pudiera llevarme a pecar o contradecir a ese Dios. Pero sobre todo mi libertad, mi curiosidad y mi convicción se vieron frustradas siempre por ese “amor” inculcado a la fuerza, a un símbolo extraño, que ni siquiera yo escogí. Represente y viví por algo que no supe nunca sí era verdad. Amé a alguien que ni siquiera me constato que haya sido lo que se cuenta de él. Sufrí por quien ahora sé que nunca volteó siquiera a verme.
En este delirio de muerte mi madre confeso que por ella hubiera sido, me hubiera abortado con un gancho para ropa porque fui hijo no deseado y concebido en una noche de parranda. Cada vez que lo vuelvo a pensar, el haberlo hecho me hubiera evitado muchas premuras y tragos amargos.
Mi vida fue dedicada a él, pero no ha sido en vano ya que durante este tiempo he recolectado el suficiente odio para que cuando llegue el momento y este frente a esa rata maricona de mierda que adoré por tanto tiempo, sienta el poder de mi furia con una divina patada en los huevos.
Atte. El topo.
martes, marzo 28, 2006
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