Miles de veces se han aplicado metáforas a la anatomía humana, aunque la que a mí parecer es mas acertada a una concepción definitiva es la que dice que no se trata de otra cosa más que de otra máquina.
Al igual que ciertos aparatos somos creados por millares en todo el mundo, haciendo de estos aparatos una reproducción en serie desmedida y sin control para complementar, satisfacer e interactuar con otros artefactos. Del mismo modo en que aparecemos, en esa fabricación masiva existen algunas máquinas que no presentan un buen funcionamiento y sucumben al poco tiempo de empezar a operar, o sencillamente su apariencia no es lo estéticamente correcto y vamos siendo etiquetados y relegados de algunos beneficios.
A manera de cualquier montón de engranajes y sistemas computacionales de última generación, cumplimos un mínimo de tareas como respirar, alimentarse, defecar, etcétera. Debido a la complejidad de la programación de nuestras máquinas tenemos incrustados un montón de secciones con archivos dispuestos a ser llenados con toneladas de información que nos darán identidad para diferenciarnos, asemejarnos e interactuar con las otras máquinas del sistema.
Semejante a los otros aparatos que funcionan con electricidad, necesitamos también de cierto mantenimiento preventivo y correctivo pero que finalmente sirve para prolongar el tiempo de funcionamiento social y biológico de nuestra maquinaria.
Todo eso me trae de vuelta para poner las letras que realmente me traen a escribir ahora. Darle una nueva interpretación a la frase “nada es para siempre” y comenzar a sentir mi armatoste un tanto obsoleto debido a la larga lista de composturas que requiero y por sí fuera poco, lidiar con la carga de archivos que se han almacenado provocando una cierta (i)lógica en mi programación.
Recuerdo perfectamente aquellos días en que la ingestión de alcohol podía prolongarse por días sin otra consecuencia que la necesidad de unas pocas horas de sueño. Ahora bastan algunos minutos u horas sometiendo el cuerpo a algún brebaje alcohólico para sentirse mareado, perder la conciencia, desmayarse (o dormir… ¡da igual!) y aún así necesitar algún fármaco para reestablecer el sistema de mi engranaje.
Aunque se trate también de otros artefactos, el uso de la televisión, la radio o la computadora han provocado fallas a éste artefacto que de por sí se hizo adicto a otras tecnologías. Para contrarrestar esos desperfectos ahora hay que usar otros dispositivos para establecer la visión, el audio llevándome a eso que llaman “circulo vicioso”.
Como dije antes, se ofrecen muchos mecanismos y aparatos que prometen un mayor y mejor funcionamiento de cualquier maquinaria humana (rayando en la promesa de la eternidad), mejorar la apariencia de nuestros sistemas biológicos y que no aparezca ese proceso natural de envejecimiento.
Algunos de estos métodos se vuelven pretexto para mi burla, otros inevitablemente los consumo haciéndolos casi objeto de culto, pero en general aunque proyecten un mejoramiento en la calidad de vida y la estabilidad de mi utilidad, no detienen que me agriete, oxide y rechine mi maquinaria.
Hasta la exigencia para que las máquinas no fallen ha sido condecendiente, ya que así como la computadora más moderna y efectiva llega presentar desperfectos, también la gente también TE FALLA INEVITABLEMENTE ¿o todos tus conocidos responden como quisieras?.
Inevitablemente mis archivos seguirán acumulando información y la decadencia hará lo suyo y no me quedará otra mas que aguardar pacientemente en que termine mi tiempo de garantía y mi aparato sencillamente se apagué y no se vuelva a encender jamás.
domingo, septiembre 02, 2007
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1 comentario:
Vaya que es fuerte el impacto de la metáfora de la máquina respecto al cuerpo; tal vez cada vez tengamos más cercanía a ello por la convivencia cada vez mayor con los aparatos artíficiales e incluso nuestra vida no tenga otra proyección que a lo artíficial; hasta que inevitablemente entrémos en crisis.
Saludos (david)
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