Introducción a ese amor mal correspondido
El siglo XIX es considerado como el siglo del liberalismo. Una ideología humanística, político-social e integral comienza a gestarse en toda Europa gracias a la Revolución Francesa. De manera recíproca, junto con el nacimiento de estas nuevas visiones políticas, sociales, económicas y humanísticas; el pensamiento científico y artístico promueven un desarrollo desenfadado y sublime al desprender corrientes como el romanticismo, el naturalismo, el expresionismo, el parnasianismo, entre otras . Esto como en cualquier situación humana, desglosa expresiones paradójicas como el expresionismo y el simbolismo que se mostraban herméticas ante las demás corrientes y que no se trata de otra cosa, más que de la reacción contra los valores del materialismo y del pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad universal.
Dicha rebeldía ante el materialismo romanticista comenzaba a incrustarse en el modo común de la vida social, principalmente en el pensamiento de una juventud escéptica del orden social y agnóstica del dogma cristiano. Este tipo de pensamiento que ha perdido la fe en los paradigmas de la época fue desprendiendo poco a poco expresiones artísticas en la pintura, la escultura, la literatura y como se enfatizará en el presente ensayo; la poesía, particularmente la maldita.
Los opositores de aquella expresión literaria, se ocuparon de estigmatizar y desacreditar a figuras como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, entre otros, y hacerlos ver como cualquier cosa, menos como poetas. Pero en dicho ensayo se rescatarán elementos que denotan que, lejos de ser simple y vaga antipoesía de una maldita vida; las obras de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine se tratan de poesía interesada por la belleza más que por el arte. Belleza como efecto de un arte, belleza oculta en matices malditos.
Pero ¿Qué es lo que hacía ver esto como “poesía “maldita”? ¿Qué prejuicio ésta de por medio ante los integrantes de la poesía maldita? ¿Acudimos a ellos por la belleza de las palabras, o por la fúnebre leyenda que los reviste: sexo y todas las enfermedades venéreas de su tiempo, alcoholismo, adicción al opio y obviamente el deseo por la muerte? Extrañamente al igual que con cualquier otra pragmática, la poesía maldita reviste esa sensación de morbo por el simple hecho de denominarse como maldita, aunque en su momento, ni Baudelaire, ni Rimbaud y mucho menos Verlaine se considerarían como tales. La mayoría de los llamados poetas malditos han tenido una vida difícil, muchos de ellos tuvieron vicios o fueron marginados. Sus temas fueron la mujer, el arte, la muerte, la ciudad, lo bohemio, y la horrible levedad del ser, entre otros. Todo ese sufrimiento les permitió crear grandes obras en base a su experiencia de vida. Libertinaje disfrazado de liberalismo decían sus contemporáneos.
Del amor y la maldita censura.
El concepto de poetas malditos lo utilizó por primera vez Paul Verlaine y que gracias a la atmósfera de excesos, amor desinhibido y en general una vida que difícilmente podía encajar en lo cotidiano de aquel contexto social, no se cuestionó tal mote. Pero el propio Verlaine, así como Baudelaire y Rimbaud generaron elaboradas reflexiones sobre el fenómeno poético, influenciados enormemente por Edgar Allan Poe.
En algunas de estas reflexiones la búsqueda de la belleza se podía convertir en una indagación dolorosa, como lo indica Baudelaire “¿De un negro abismo vienes o de los astros bajas? El destino, como un perro, te sigue fiel y ciego, vas sembrando al azar dichas y desventuras, gobiernas todo aunque sin responder de nada” ; y que en vida propia hallase en una trilogía de seducciones humanas y comunes: mujeres, alcohol y droga, que consigo traían la belleza de la satisfacción, pero a su vez aportaban una desdicha que hacía una exquisita pareja, de la cual la poesía maldita extraía el néctar para realizar cuestionamientos humanísticos de la desdicha de la belleza o la belleza de la desdicha.
Pero con esto, no se debe de malinterpretar al poeta como el mártir sufriendo por todos, sino que será el propio sufrimiento encarnado en la poesía, como se puede ver el fragmento de El gato “siempre es grato y hondo. Tal es su hechizo y su secreto. Ese sonido se desgrana y se filtra en mis entrañas más oscuras, me colma como verso abundante y como una pócima me alegra” y se descarta así completamente la idea de que se trataba de personajes ajenos del amor por lo natural, o lo estético. A propósito Baudelaire dice: “Yo encontré la definición de lo bello, de mi belleza; es algo ardiente y triste, algo un poco vago, que aleja margen a la conjetura. Voy a aplicar mis ideas a un objeto sensible, por ejemplo el objeto más interesante de la sociedad, a un rostro de mujer”.
Esta poesía se convierte en maldita por imprimir con dolor, desquite y desenfado el amor a la vida, a la sociedad y a todo lo que marcaba su sendero y que sencillamente denunciaban en su praxis, las conductas sumisas y conservadoras características de las legislaciones burguesas y eclesiásticas, las cuales hacían de los simbolistas, presa recurrente de la censura. Gracias a eso, jamás sabremos a ciencia cierta, cuantas obras más habrán quedado perdidas en el anonimato, como en el caso de Amores amarillos de Tristán Corbière, en la que debido a dicha reprensión murió en el anonimato y la miseria , haciendo ver al prejuicio y la censura como la verdadera maldición para cualquier expresión.
En busca del utópico Dios
Una de las temáticas recurrentes de la poesía maldita, es esa búsqueda del Dios negado por sus representantes terrenales. Aquellos que sencillamente tomaban como rehén toda doctrina espiritual y la moldeaban a su conveniencia. Estos poetas criticaban de manera dura y contundente el modo de negar la felicidad divina en conjunto con al igual que Friedrich Nietzsche lo hiciera tiempo después.
En clara muestra de esa propuesta, Rimbaud exalta esa licitación para crear poemas y tal vez más allá de ello, manejar una vida fuera de lo insoportable de la levedad del ser humano, “amado Satán, conjuro para que se me vea con menos irritación, y a la espera de pequeñas infamias retrasadas, a ustedes que aman en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas hojas de mi carnet condenado”, tomando ya los elementos espirituales como una incipiente de su poesía, sin hacer de lado una añoranza por sus semejantes.
Al hacer de lado el pensamiento cristiano contemporáneo de la época, dieron cabida a que las acusaciones y críticas hacía su escritura, llegarán en avalancha. Sin remordimiento alguno, Rimbaud exteriorizó su repudió hacia la manera en que era dirigida la Iglesia Católica, por los fieles y los clérigos fieles al dogma “No me reconozco en los consejos del Cristo, ni en los consejos de los señores representantes de Cristo” , pero además de ser una sencilla disputa contra Dios, también representa la negativa de unión a un gremio que solamente se ha encargado de vender el paraíso a altos costos.
No existe por parte de la corriente poética maldita, simpatía ni identificación, pero no se desprenden de la búsqueda constante de esa paz espiritual que todos buscamos. “¿Por qué Cristo no me ayuda dándole a mi alma nobleza y libertad?” La verdadera presencia de ese Dios dadivoso y comprensivo, constantemente se ve obstaculizada por las normas dictaminadas de aquellos que dicen ser sus delegados terrenos.
Amar tiene su recompensa.
Pero para su tiempo resultaron incomprensibles y por eso los contemporáneos los rotularon como "malditos" y los apartaron. En realidad, lo que no se soportó de ellos fue su talento, lo exquisito de sus creaciones, lo revolucionario de sus ideas y, muchas veces, su modo de vivir; calificarlos como malditos, no fue sino la proclama de los mediocres que los circundaban.
La poesía maldita llega a encajar principalmente en la juventud, y es obvio, por que en nosotros existe un cóctel de sentimientos encontrados, positivos y negativos; pero sobre todo, aquellos que se identifican con este tipo de poesía poseen una inconformidad, por diversas razones. Da lo mismo cuales sean, pero al final, llevan a cabo una maravillosa obra poética que nos transporta en sus alas hacia diferentes dimensiones del ser, además de que no se debe olvidar que las obras de arte manifiestan una imaginación viajera.
Obras para entrarle a la poesía maldita:
- Una temporada en el infierno: Arthur Rimbaud
- Las flores del mal: Charles Baudelaire
- Los poetas malditos: Paul Verlain
martes, abril 03, 2007
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