Acentuar a México en el terreno mundial puede resultar una falacia o demasiado engañoso, debido a la frialdad de los números. Mientras cada vez más corporaciones ponen sus ojos en el mercado mexicano, los índices de desempleo crecen alarmantemente y la calidad de vida del país se ubica en el lugar 32 del orbe mundial, destacando a las Ciudades de México y Monterrey en las posiciones 180 y 148 respectivamente.
El estudio que posicionó a México en los lugares más bajos fue llevado a cabo por
Mercer Human Resource Consulting, las condiciones que fueron consideradas para dicha investigación están basadas en la calidad y disponibilidad de servicios hospitalarios y médicos, los niveles de contaminación ambiental y enfermedades infecciosas. También se consideró la eficiencia de los servicios de eliminación de basura y sistemas de drenaje, la potabilidad del agua y la presencia de animales e insectos dañinos. La calificación de las ciudades se realizó en comparación con Nueva York, la cual se tomó como ciudad base y que tiene una puntuación de 100 (de lo cual, tengo mis dudas).
Por otra parte, el diario británico “The Economist”, fue el que destacó a México como el segundo País con mejor calidad de vida en América Latina solamente por debajo de Chile, que curiosamente en la página Esmas.com perteneciente a la empresa Televisa se destacó como un hecho trascendental que México sea el segundo país latinoamericano en cuanto a calidad de vida se refiere.
Bueno, regresemos al punto central de este post. México visto en el extranjero como un jugoso negocio a pesar de la pobreza política, económica y cultural de su población.
Para toda empresa llámese como se llame, nuestro país es considerado como una mina de oro. Toda la complejidad que implica la administración de cualquiera de las grandes transnacionales, tiene su raíz en los bajos costos que les genera el colocar una sucursal o franquicia en el mercado mexicano. No solamente se reduce a una estrategia de marketing o vender el producto más innovador en su clase, también una de las claves para esta penetración en el mercado mexicano se debe a la mano de obra tan barata y abundante que existe en nuestro país.
Otra herramienta de la que se valen las corporaciones para ver bien remunerada su inversión, es la inventiva que las agencias publicitarias manejan y las cuales se encargan de insertar el estilo de vida norteamericano a nuestro subconsciente e inyectarnos la inocente idea de que siendo lo más parecido a los vecinos del norte, se obtendrá bienestar y que paralelamente se obtendrá status, respeto, confianza,
autoestima, bienestar; y todo aquello que implique prosperidad. Normalmente esos lugares donde se compra la felicidad se encuentran con los logotipos de McDonalds, Wal-Mart, Cinepolis, Kentucky Fried Chicken, Liverpool, Starbucks o cualquier lugar que represente una marca en la que haya que desembolsar una cantidad considerable de dinero.
Culturalmente la sociedad mexicana -y quizá todas las latinoamericanas y algunas “primermundistas”-; son como una esponja que adopta y absorbe casi cualquier producto o servicio que se muestra en los aparadores y medios de comunicación. En ocasiones no es necesario colocar alguna marca para que lo que se adquiere tenga un valor extra. Nuestra sociedad se ha encargado de convertir a lugares como las colonias Condesa, Polanco, la Plaza de Coyoacán y ya ni hablar de todas las partes que concentran tiendas, aparadores y escaparates, en los centros de reunión de aquellos que buscan (de nuevo esta jodida palabra) status, aunque no impliquen una firma o marca reconocida necesariamente, y con él sencillo hecho de pasear por ahí ya significa cierto simbolismo social valioso, que no da por ejemplo; un paseo en las calles de la Plaza de Garibaldi o la Alameda Central.
No importando el poder adquisitivo de la persona en cuestión, se buscan los recursos para darse ese gusto por experimentar la sensación de codearse con los otros miembros de la sociedad que acuden a dichos lugares y en los que la mayor parte de las ocasiones, no se tiene ni la menor idea de si las otras personas en el lugar se encuentran en la misma posición económica buscando alcanzar ese éxtasis de consumo. Casualmente, aquellos sujetos pertenecientes a una posición social alta y cómoda, o que sencillamente frecuentan esos terrenos van marcando la actualidad del establecimiento o “inn” que es acudir a cada uno de esos lugares.
Para muestra basta citar las palabras de Alberto Torrado, director general de Alsea, empresa controladora de Starbucks en México donde en una entrevista para el diario El Excelsior rechaza la idea de que sus productos sean caros para el mercado mexicano porque si fuera así, Starbucks Cofee no tendría la penetración que ha conseguido en el mercado. Pero en dicha declaración no esta explicito lo que social y culturalmente implica tomar un capuchino en alguna de sus sucursales.
Como la mayor parte de las veces, las letras publicadas en este espacio son malinterpretadas así que por el día de hoy me detendré, ya que por todas partes se dice que hoy tenemos que festejar a los héroes que nos dieron esta patria tan prospera y llena de oportunidades para todos… inclusive para los que no nacieron en este lugar lleno de políticos deficientes, corporaciones voraces, medios de comunicación enajenantes, educación deficiente, y una independencia que ahora se grita en la plaza principal de su capital por sus “dos” presidentes.
lunes, septiembre 15, 2008
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